Se hizo el
silencio. Don Tomás la miraba, levantando las cejas y esperando una respuesta,
y ella se quedó paralizada mirando su diario.
Se puso roja de vergüenza. Entonces
miró hacia el camarero y disimuló con una sonrisa mientras cerraba el
libro.
— Nada — dijo ella — un viejo
libro que encontré por casa.
— Entiendo — murmuró el camarero
con sorna — te dejo que leas ese “viejo libro”.
Don
Tomás sabía que le había, pero no se lo tomó mal. Supondría que sería algún
asunto íntimo de Vanessa. Ella, tras un resoplido de alivio, continuó leyendo.
…todo el barco. He
pasado toda la mañana dando vueltas. He visitado todos los pasillos de
camarotes, hasta los de los capitanes. He estado en las zonas de descanso, en
la piscina y incluso en el gimnasio. Vamos, de proa a popa. No tenía nada que
hacer por lo que, bueno, debía entretenerme con algo. El barco es enorme, pero
no me veo todos los días recorriéndomelo, algún quehacer debo de ir buscándome.
El
caso es que de paseo por la cubierta he vuelto a encontrarme con Javi, el tipo
de ayer. Lo he visto aparecer de lejos y me he girado. Seguro que querría
hablar de lo de ayer o disculparse o lo que sea, pero yo no quería saber nada
de él. Él me vio, por lo que vino hacia mí. Volví recorriéndome el barco hasta
la zona de tumbonas. Busqué una libre y me tumbé a tomar el sol. Mira, de paso
que evitaba ese encuentro me ponía morena. De hecho, mi tumbona era la única
sin sombrilla.
A mi
lado había una mujer mayor, con un bañador de flores horroroso, que tenía una
bolsa grande de playa con un montón de revistas del corazón. No soy muy de
revistas del corazón, pero leer desgracias ajenas me consuela. Llámame tonta.
Le he pedido una y he estado leyendo y fumando un buen rato.
Un
rato después, la misma mujer me ha pedido que le devuelva su revista, que tenía
que irse. Al quedarme ahí sola, me saqué otro cigarrillo y cuando me lo iba a
encender alguien detrás mía dijo:
— ¿Te
vas a fumar otro? ¿No has fumado bastante ya?
Me gire pensando que
ojalá no fuera él, pero efectivamente, era él.
— Si,
otro. ¿También vas a regularme la dosis de nicotina que mi cuerpo debe
consumir?¿Le vas a decir al camarero que me lo cambie por light?
Le contesté,
de malas maneras, intentando que captase el mensaje. Pero no captó nada y se
quedó ahí.
—No,
no, para nada. Fuma lo que quieras. Solo te lo decía porque, no sé si lo sabes,
pero el tabaco te envejece la piel y la arruga... y una piel tan bonita y tan
bien cuidada como la tuya no creo debiera acabar así… Aunque es tan solo mi
opinión.
Intentó acariciarme la cara pero se
la giré. Tan tonta soy que no sé por qué le seguí hablando.
— ¿Y
tú cómo sabes que está tan bien cuidada? ¿Eres dermatólogo?
Sí
sé porque le seguí hablando. Sé que este tipo es un imbécil, pero también sé
que nadie me ha hecho un cumplido durante los últimos cinco años de mi vida. Y
él, este desconocido, si lo ha hecho. Ya no recordaba lo que se sentía.
— No,
lo digo porque aquí está todo el mundo en biquini y bañador y tu vas un poco
hecha un trapo... no sé, si no te gusto el numerito de ayer, hoy no lo estas
arreglando —
dijo con una sonrisa dibujada en su cara de imbécil.
En
ese momento no había nadie mirándome, pero al escuchar eso sentí como si todo
el barco se girara para ver mi ropa. No voy para una pasarela, pero tampoco iba
tan mal. Llevo los pantalones blancos anchos y la camiseta verde que me regaló
mamá.
— ¡Eh
que te jodan! ¿Te has propuesto darme el viaje, no?
Aun
tuve algo de educación y templanza al contar hasta diez. Le podía haber dicho
de todo.
—
No mujer, no iba con esa intención...
— Nada
de lo que dices tiene esa intención, ¿verdad? — y
antes de que él dijera nada le interrumpí —
no me contestes, me voy. Me
voy y espero no verte por aquí, y si me ves, esquívame. Mira, esa tía de ahí
también parece estar sola, ves y habla con ella.
Y cuando
parecía que ya estaba todo solucionado, ha llegado lo peor: aguantarlo todo el
camino de la butaca al camarote disculpándose. Como un niño pequeño, rogándome
que le disculpase, que no era su intención, que blabla. Patrañas. Me han dado
ganas de pegarle una torta. Conforme nos acercábamos a mi habitación se volvía más
desesperante. Al final, cuando he llegado a mi camarote he entrado yo, dejándole
fuera. Me preguntó si podía entrar, pero no le hice caso. Cerré y desde fuera
me dijo "sabes que nos veremos durante mucho tiempo, ¿que más te da
hablarme o que no?". Me hizo gracia esa pregunta, no sabía si realmente
tenía ganas de conocerme o de fastidiarme el viaje. De todos modos yo no le
contesté. Al final supongo que se iría de la puerta.
Tras
este altercado, me di una ducha. Me cogí la ropa y demás, y como no, el agua
estaba fría. Empezaba a pensar que este barco estaba muy bien por fuera, pero
que por dentro era todo una decepción, incluso la gente. El caso es que hacía
calor, por lo que una ducha fría tampoco me vino tan mal. De hecho, cuando
entré por primera vez a mi camarote, junto con la esponja, el jabón y esas
cosas que ponen, había una velita perfumada. Me acordé de esa vela y cambié de
opinión: me daría un baño.
Encendí
dicha vela y me llené le bañera de agua fría. No era lo más placentero que había
probado, pero era agradable y me ayudó a pensar en mis cosas. Como qué haría
cuando llegue a mi casa, o si de verdad seguirá mi puesto de trabajo esperándome.
Recuerdo que en mi depresión firme muchos papeles del trabajo y no leí ninguno,
cualquiera de esos folios podría haber sido mi renuncia al finiquito, quien
sabe. Rápidamente me he dicho a mí misma "no pienses en eso, piensa en
otras cosas.". Entonces me vino a la cabeza Javi y pensé "joder no, Javi
no". En esa discusión interna mía, acabé pensando en Roberto. ¿Qué habrá
sido de Roberto? Gracias a él estoy aquí... y por su culpa estoy como estoy...
en un crucero de mierda, con un curro de mierda del que me van echar y perdiendo
el poco dinero que tengo en psicólogos. Ya estaba empezando a desvariar, así
que me salí de la bañera. Secándome el pelo te he buscado a ti para escribirte
y contarme mi PUTA vida. Bueno, creo que está bien por ahora. Me voy a comer.
Si esta tarde me ocurre algo interesante te lo contaré.
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