sábado, 19 de mayo de 2012

Capítulo VI: Música para limpiar

Vanessa cerró el diario y se quedó un instante acariciando la gruesa tapa de piel rosada. Se comió la última punta de la tostada y se bebió de un sorbo lo que le quedaba de café antes de ir a pagar.
— Don Tomás, ¿cuánto le debo?

domingo, 15 de abril de 2012

Capítulo V: Un trapo fumador

Se hizo el silencio. Don Tomás la miraba, levantando las cejas y esperando una respuesta, y ella se quedó paralizada mirando su diario.  Se puso roja de vergüenza. Entonces  miró hacia el camarero y disimuló con una sonrisa mientras cerraba el libro.
— Nada — dijo ella — un viejo libro que encontré por casa.
— Entiendo — murmuró el camarero con sorna — te dejo que leas ese “viejo libro”.
                Don Tomás sabía que le había, pero no se lo tomó mal. Supondría que sería algún asunto íntimo de Vanessa. Ella, tras un resoplido de alivio, continuó leyendo.  

jueves, 5 de abril de 2012

Capítulo IV: Desayuno cordial

Al día siguiente se levantó pronto, con los primeros rayos del sol que entraron por la ventana que ayer dejó abierta. Y con dolor de espalda, por dormir en una mala postura. Le costó mantenerse en pié al principio, estaba acostumbrada al vaivén del barco y recién levantada aún creía que seguía en alta mar.

jueves, 29 de marzo de 2012

Capítulo III: Se habrá equivocado

… y yo no tenía ganas de hablar con él. A pesar de todo, no se portaba mal conmigo. Me lograba sacar alguna sonrisa con sus tonterías, aunque seguía pensando que estaba tirándome los trastos y no podía fiarme.

viernes, 16 de marzo de 2012

Capítulo II: Croquetas de patata y ron

…al fin estoy en el crucero este que me recomendaron en la empresa. Ahora mismo estoy en mi camarote, el 57, y son las ocho y media, más o menos. Después de llegar, colocar la ropa, las cosas de baño y demás, me he dado una ducha. El agua estaba fría, muy fría, pero un hombre del servicio me ha dicho que eso es porque es el primer día. Espero que así sea, si no quiero coger un buen constipado.

domingo, 11 de marzo de 2012

Capítulo I: Lejas ligeramente arqueadas

— ¿A dónde la llevo, señorita?
— A… al Rebolledo, por favor. ¿Sabe dónde está la gasolinera? La de Rebolledo, digo.
— Sí, creo que sí.  Al principio, nada más llegar, ¿puede ser?
— Si ahí, ahí me puede dejar.