jueves, 29 de marzo de 2012

Capítulo III: Se habrá equivocado

… y yo no tenía ganas de hablar con él. A pesar de todo, no se portaba mal conmigo. Me lograba sacar alguna sonrisa con sus tonterías, aunque seguía pensando que estaba tirándome los trastos y no podía fiarme.
Había pasado tiempo y la gente ya no me miraba. Me volvía a sentir ignorada entre la multitud, ¡gracias Señor! Ignorada entre partidas de bingo para gente mayor, jóvenes enamorados, familias hablando de las paradas del crucero y de lo que pensaban hacer en dichas paradas y partidas de póquer que sucedían a mí alrededor. En las que por cierto, vi apostar un reloj y más tarde perderlo.
Mientras miraba las apuestas y, con cara de asco, a las parejas que se besaban en los sofás del fondo, me percaté de que este chico desconocido le decía algo al camarero. No sé qué le diría,  imaginé que estaría pidiendo la copa que prometió.
Al poco, el camarero nos los sirvió soltando la coletilla "aquí tienen, pareja”. Lo de pareja no me hizo ninguna gracia, y aunque él no pensaría igual. Él sonrió me hizo un gesto como diciéndome “déjalo, era su trabajo”. En cuanto el camarero se fue al final de la barra, donde le estaban llamando, me dijo:
—Estos camareros que graciosos son, ¿eh? A la mínima te emparejan… No deben de aburrirse ahí detrás, seguro.
Ese comentario me hizo gracia y después tuvimos una larga discusión sobre camareros. Él había trabajado de ello y yo… bueno, ya sabes.
—Por cierto,  llevamos un rato hablando y no sé cómo te llamas— dijo aprovechando que estábamos hablando de otras cosas— ¿cómo te llamas?
No me lo esperaba. Hacía tiempo que nadie me preguntaba por mi nombre. ¿Qué hago? ¿Se lo digo? No iba a parecer una maleducada. “Lo que sea menos maleducada”, solía decir mi madre.
—Va…Vanessa— tartamudeé un poco— ¿Y el tuyo?
—Vaya, que bonito. ¿Vanesa o Vanessa? ¿Con una o con dos eses?
—Con dos. Pero se pronuncia como si fuese una. No fuerces la ese.
—Vanessa, si, muy bonito. Te echaba más cara de Nerea.
            A mí eso no me hizo nada de gracia. Me estaba esquivando y no me decía su nombre. Saltó con tonterías inventadas que ni procedían.
— ¿Me vas a decir tu nombre o qué? — dije sin ocultar mi pequeño enfado.
— Si claro. Qué rápido pierdes la calma.
— Sí, soy así.
— Ya veo, ya. Me llamo Javi. Javier. Con uve y sin ninguna ese— dijo imitando hasta mi gesto—, no fuerces la jota.
Todo parecía ir bien. He de decir que no esperaba esto. No creo que este tal sea nada especial, pero entre el alcohol y él, era la primera vez que me olvidaba durante unos minutos de los últimos meses. Quizá demasiado bien. Efectivamente, hasta que bebí de la última cubata que me invitó.
— ¿Qué es esto?— pregunté extrañada.
— Esto… pues ron y coca cola, lo que estabas tomando hasta ahora, ¿no?
—No, no... Esto no es ron con cola, esto es cola sin ron. Cola con hielo. Vamos, una cola sola. Se habrá equivocado el camarero.
— En realidad te lo he pedido yo así.
“¿Este tío es tonto?” pensé. Me lo ha pedido él así, dice.
— ¿Por? ¿A santo de?
— No, no... Es que, no sé, te vi que habías bebido mucho ya y no quería…
— ¿Y no querías qué? — Le interrumpí notablemente enfadada— ¿Qué no querías? Si no quieres, tú no bebas. A mí me dejas y no me pides esto.
Aquella tontería, quizá por mi estado emocional, fue convirtiéndose en una discusión. He de decir que me sentó especialmente mal, que hasta un desconocido que tan solo buscaría acostarse conmigo, me llamara borracha. No estoy orgullosa de ahogar penas en alcohol, pero ellos no saben por qué lo hago. Las miradas fueron tornándose de nuevo hacia mí, con lo poco que me gusta. Cogí mi rebeca y me levanté.
— Espérate chica, la estas volviendo a montar… siéntate, anda, y hablamos como las personas civilizadas.
— ¡Que no joder! ¡No me tienes que explicar nada! ¡Me piro tío! — Me quité su brazo de encima— Déjame anda, y vete a buscar otra que no se quiera emborrachar, que para echar un polvo tienes que emborracharla no mantenerla sobria, ¡imbécil!
Todo esto gritando. Y vaya frase para antes de irme. Si hubiera habido puerta, habría dado un portazo al salir. En el momento no lo pensé, pero ahora le doy vueltas y vaya vergüenza. Tendrá razón aquel niño y su padre maleducado.
Quizá me he pasado con el chico, pero odio la gente que se mete en mi puta vida para decirme lo que tengo o no que hacer. Si hubiera hecho lo que a mí me hubiera dado la gana y no lo que me dijeron que hiciera no estaría aquí. No estaría llorando en una cama que no es la mía, de un crucero al que me ha mandado la empresa antes de darme puerta con la única compañía desde hace meses de un jodido diario....
Mañana, si no me he tirado por la borda, te escribo un poco más. Un abrazo.
….

Nuestra mujer entonces cerró su diario y a la voz de "mañana más" se giró en la cama quedándose bocarriba y pensando en lo tonta que fue en aquel momento.  Secándose las últimas lágrimas que me quedaban acabó durmiéndose. Ni si quiera de cambión de ropa y se olvidó por completo del bocadillo que tenía intención de comerse y los rugidos de su estómago. Ni si quiera se fumó un cigarro antes de dormir.

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