Se agachó y se puso en cuclillas
frente a mí. Puso su mano en mi barbilla y me hizo levantar la cabeza.
¿Adivinas quién era? Si, era Javi.
— ¿Qué haces aquí, chiquita?
Yo no
le contesté, no podía. Él enseguida vio mi cara, mis ojos rojos y con el
maquillaje corrido de llorar, y cambió su sonrisa por una mueca más seria.
— ¿Qué te pasa? ¿Has bebido? — su tono era represalia.
— ¿Y qué te importa a ti? — Balbuceé — déjame y vete.
Él
apretó los labios y expiró fuertemente por la nariz. Yo volví a llorar. Estaba
realmente desolada, en ese momento era muy frágil.
— Venga, que nos vamos para la habitación.
— Tú no me llevas a ningún lado, yo me quedo aquí.
Mañana hablamos. Vete.
Fui
borde pero no me hizo caso y, poniendo sus manos bajo de mis brazos me levantó,
como si fuere un saco de patatas, sin cuidado. No me aguantaba en pie y me
caía, así que él me tuvo que abrazar. Quería que se fuera y desapareciese para
siempre, pero me encantaba estar entre sus brazos. Entre los brazos de alguien.
— ¿Te estás limpiando la cara en mi hombro? — dijo,
volviendo un poco a su tono desenfadado de siempre.
Me
separé de su hombro y le dije que no girando la cabeza. Mientras, le limpiaba disimuladamente
el hombro. Él se dio cuenta y me dijo que lo dejara. Se lo estaba dejando peor.
Me
cogió de la cintura y, poco a poco, me llevó a mi camarote. Él sabía cuál era,
no sé por qué, pero lo sabía. Íbamos muy lentos, yo me caía todo el rato y él
tenía que aguantarme. Iba dándome conversación, preguntándome lo que había
cenado, si había vomitado o si alguien me esperaba en llegar a casa. Me mantuvo
despierta hasta llegar a la puerta.
Saqué
las llaves como pude y él abrió la habitación. Me obligó a cambiarme de ropa.
Yo no quería pero él se empeñó. Me dijo que o lo hacía yo o lo hacía él, y
prefiero hacerlo yo. Él se dio la vuelta y de vez en cuando preguntaba “¿estás
ya?”. Puso una canción en el móvil, quizá para hacer más amena la estancia. Una
de Natalie Imbruglia, wrong impression se titula. Me encanta esa canción y, al
caso, su titulo también estaba bien traído a la situación.
— ¿Te gusta? A mi mucho — dijo él.
No le
contesté, apenas un pequeño “je” salió de mis labios y él interpretaría que si.
Me puse el camisón y le dije que ya estaba lista. No me costó mucho desnudarme
delante de él, que aunque estuviera de espaldas se podría girar. Tampoco podía
pensar en vergüenza, aunque más que eso, era que me sentía segura. Cuando ya
estaba lista me llevó al baño y me lavó la cara un poco y me desmaquilló.
— Déjame ya chico, vete a dormir que yo estoy bien. Lo
que necesito es dormir.
— ¿Quién es el médico aquí? ¿Tú o yo? — volvió a
ponerse serio.
No
sabía que era médico. Ante esa respuesta me callé y le dejé que me secara la
cara. Estaba completamente a su merced, por mucho que yo dijera. Era un trapo.
Terminó
y con mucho cuidado me acostó. Mientras me metía en la cama me dijo “a ver si
te voy a ver una teta”. Me hizo gracia, quizá porque lo decía él. Cuando me arropó
recogió su móvil y me hizo una caricia en la frente.
— Buenas noches, chiquita — dijo sonriendo.
No sé
por qué me dice eso. “Chiquita”. No lo entiendo, pero suena bien. Igual simplemente
es su coletilla. Conforme salía por la puerta creo recordar que le dije que durmiera
conmigo. Yo estaba casi dormida y no recuerdo bien si se lo dije o simplemente era
parte de mi sueño. Hubiera dormido abrazada a él, pero era todo cosa del alcohol.
Espero no habérselo dicho, sinceramente.
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